Federico García Lorca escribió Llanto por Ignacio Sánchez Mejías tras la muerte del torero en la plaza del Manzanares, en Madrid. Después de haber sido corneado, los compañeros de cartel de Sánchez Mejías terminaron la corrida mientras que él se desangraba en la arena y pedía que lo llevaran en ambulancia al hospital. García Lorca estaba de viaje con la compañía teatral La Barranca y se mantuvo al tanto de la evolución del torero por vía telefónica: no quiso ir a Madrid, ni ver la sangre ni la agonía.
«Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena».
—García Lorca
El torero Manuel Laureano Rodríguez, Manolete, tenía la muerte escrita en el destino. Un tío abuelo murió toreando un toro de la ganadería Miura, su madre había sido viuda de un matador y su padre era un torero que quedó ciego y murió en la pobreza cuando él tenía sólo cinco años. Nacido en la ciudad de Córdoba, en el corazón de la tauromaquia, Manolete fue corneado once veces y después de todas regresó a la arena. Durante su última temporada, cuando había anunciado su intención de retirarse, se enfrentó al toro Islero, también de la raza Miura. Al final de la lidia, al tiempo que Manolete enterraba la espada en el toro, el toro enterraba el cuerno en Manolete para, ambos, en un rojo beso, darse la muerte.
García Lorca decía que «el toreo es probablemente la riqueza poética vital mayor de España».
Y tú, ¿te atreverías a morir por una pasión poética, por una obsesión?
Imagen del encabezado: Goya. Tauromaquia 33. La desgraciada muerte de Pepe Illo en la plaza de Madrid. 1814-16 (detalle).